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De vendedor ambulante a Masterchef España
El favorito, Carlos, se impone a Sally en la III edición del concurso.
Sin duda el «talent» de cocina más duro del mundo ha colmado las expectativas de los más exigentes en su tercera edición, que terminó ayer. Sólo uno de los cuatro finalistas, Carlos, Sally, Antonio y Andrea, podía llevarse el título de Masterchef España. Y fue el que más nervioso estaba durante la gala en los cines Kinépolis, Carlos, el que consiguió con tesón proclamarse ganador de «Masterchef», de Shine Iberia, después de demostrar tras 14 programas en TVE que el secreto de este espacio es una de las claves que siempre repiten los jueces: la evolución.
Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz han conseguido que de los iniciales 15.000 aspirantes que se presentaron a las pruebas y de los 15 participantes elegidos, haya ganado el que resume las mejores cualidades que ellos mismos exigen: «Ni perezoso, ni soberbio y que no busque excusas y culpar a otros de sus errores». Carlos, para decepción de la otra finalista, Sally, demostró que se puede ser natural, profesional, eminentemente honesto y, semana tras semana, atraer a casi tres millones de miradas sobre un trabajo minucioso y continuo que le ha valido la admiración de sus compañeros y del trío evaluador. «Genio» fue la palabra que más se repitió entre los jueces para definir a este vendedor ambulante de 24 años de Toledo, que tiene como primer idea «formarme; ahora que conozco las bases tengo que hacerme un cocinero». Estuvo arropado durante la final por todos sus compañeros, incluido Alberto, el creador del famoso plato «león come gamba». Los participantes del espacio culinario, que estaban radiantes, se miraban constantemente sin terminar de creerse la expectación que levantaban entre los asistentes. Y no parecían ni mucho menos exhaustos a pesar de que la exigencia de «Masterchef» ha sufrido un crescendo en cada gala hasta más allá de los límites de la imaginación de los espectadores. En el último programa de esta temporada tuvieron que enfrentarse al reto del mejor pastelero del mundo, Jordi Roca, que les desafió con su bomba floral, para que luego tuvieran que sacar pecho en el restaurante más caro del planeta, el ibicenco Sublimotion, en el que cada menú cuesta la friolera de 1.700 euros. Y una prueba final a la altura de la alta cocina que se ha asentado en todos los hogares despertando auténticas pasiones y una explosión de profesionales. Carlos y Sally se tuvieron que enfrentar al juicio de tres grandes como Ferran Adrià, Joan Roca y Andoni Aduriz. Nada que no puedan superar los concursantes después de haber pasado por cocinar en el Teide, para el ejército o para estrellas de la cadena pública como Lolita, Bertín Osborne o Jaime Cantizano. Pero, aunque no ha sido ni mucho menos la edición más reñida, sí en la que los tres jueces han sido más duros hasta ir perfilando las distintas personalidades de una edición que ha contado con graciosos, jubiladas, concursantes conflictivos y comensales exigentes al nivel de varias estrellas Michelin.
Pero siempre hay un después una vez apagados los focos de la fama y los fuegos de las cocinas. Sally seguirá con su idea de «montar mi empresa de catering»; Antonio buscará «alguien que me apadrine» para seguir aprendiendo y la «cuqui», Andrea, sueña «con fusionar mis dos pasiones: la moda y la cocina». Para el ganador, Carlos, algo más cercano a su personalidad y que ya prometió durante el programa: «Montaré un “Food Truck” para unir mi trabajo de antes, de repartidor, con mi pasión por la cocina». El grupo de concursantes, unido fuera y dentro de las pantallas, destacaron que se llevan de esta edición «una experiencia maravillosa», que han conseguido traspasar a los espectadores y que hicieron del espacio «trending Topic» en pocos minutos.
Valga una frase «off the record» de Adrià a los jueces para hacerse una idea de la calidad del producto: «Con Carlos habéis conseguido crear un maestro de la cocina». Un reconocimiento que pone el listón muy alto a cualquier programa que quiera colarse en nuestras casas y llenarnos a partes iguales el estómago, la cabeza y el alma.
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