Navidad
El síndrome de los niños «hiperregalados»
Acostumbrados a tener todo lo que piden, se convierten en pequeños tiranos que se frustran si sus caprichos no son atendidos
Acostumbrados a tener todo lo que piden, se convierten en pequeños tiranos que se frustran si sus caprichos no son atendidos.
Con sus Majestades ya de vuelta a Oriente, los niños disfrutan de sus merecidos regalos por todo un año de buen comportamiento. Aunque Melchor, Gaspar y Baltasar, que para eso son magos, se acuerdan también de los deslices, puntuales, y por eso algunos también han recibido su saco de carbón correspondiente. Ya sea con o sin carbón, el día de Reyes es para comer roscón y jugar hasta quedar exhaustos. El problema es que, desde hace algunos años, algunos niños reciben tantos juguetes que han perdido la ilusión. Están tan acostumbrados a que les traigan todo lo que piden, que llegan a convertirse en pequeños tiranos y se frustran si no se les satisface en todos sus caprichos. De ahí que se empiece a hablar del síndrome del niño hiperregalado. «En la primera película de Harry Potter lo escenifica muy bien el primo, Dudley Dursley, cuando los padres le entregan los regalos por Navidad y después de contarlos se enfada porque ha recibido uno menos que el año anterior», comenta el psiquiatra infantil director de Psikids, Javier Quintero. Aunque advierte, «no puede hablarse de síndrome». «Ahora es muy común hacer de lo cotidiano una categoría diagnóstica», apunta. Coincide en ello su colega el psicólogo, pedagogo y profesor de la Universidad Complutense, Valentín Martínez-Otero: «No es un síndrome como tal, es una concreción infantil del consumismo en el que estamos inmersos».
Pero ser un niño hiperregalado, en todo caso, tiene sus consecuencias. «Se transforman en personas caprichosas, incapaces de controlar sus apetencias», revela Martínez-Otero. «Si de pequeño te dan todo lo que pides, en la etapa adulta se ha demostrado que se tiene más riesgo de desarrollar adicciones y una mayor dificultad para controlar los impulsos». Por eso, este experto aboga por «educar a los pequeños en el consumo responsable».
«Estamos hundiendo a los niños en una avalancha de regalos», afirma por su parte Quintero. «Se les facilita todo y de inmediato y cuando se hacen mayores se dan cuenta de que conseguir las cosas requiere esfuerzo y si están acostumbrado a lo fácil se frustran», subraya. El niño hiperregalado suele darse más en hijos únicos con padres ocupados en trabajos absorbentes que pasan poco tiempo en casa. Y se multiplica en hijos de matrimonios divorciados: «En mi consulta hubo un niño que al preguntarle qué quería para Reyes me contestó que se separaran sus padres para que en una casa le cayera la Play Station y en la otra la Wii, como a su compañero del cole», revela.
Para el pedagogo y profesor de la Complutense, que los padres regalen de más no es precisamente un indicador del amor que profesan a sus hijos. Al contrario, «obsequiar al niño en demasía puede indicar a veces una falta de atención o falta de tiempo con él».
Para el año que viene, estos expertos dan una serie de pautas para no caer en los excesos.
Javier Quintero aboga por tres regalos, por cada uno de los tres reyes de Oriente: «Entre el universo de posibilidades de juguetes, pedirles que piensen y analicen cuáles son los regalos que quieren y evitar el síndrome del ‘‘me lo pido’’ cuando ojeen el catálogo . Es importante que los pequeños aprendan a pararse a pensar y decidir tres cosas. Aunque sea complicado, los niños deben aprender a elegir».
Por su parte, Martínez-Otero lo primero que recomienda es «una planificación familiar». Y, después, «favorecer el sentido critico de los menores, que los padres les guíen para que seleccionen los juguetes en función de sus gustos, pero también de las posibilidades socioeconómicas de cada casa y, sobre todo, crear expectativas realistas». También aconseja «invitar a los pequeños a que incluyan en la carta peticiones que vayan más allá de lo material».
Porque, sin duda y aunque de pequeños no seamos del todo conscientes, el regalo más importante es disfrutar junto a los padres. No debe perderse de vista que los Reyes, por muy magos que sean, no pueden convertirlos en seres infinitos.
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