Guardia Civil
Elton, un perro con olfato para los crímenes
Este pastor belga lleva diez años al servicio de la Guardia Civil y tan sólo en 2016 participó en 62 casos
Este pastor belga lleva diez años al servicio de la Guardia Civil y tan sólo en 2016 participó en 62 casos
Si la casualidad consiste en estar en el lugar correcto en el momento indicado, gracias a la más feliz de las casualidades Juan Manuel presenció, hace diez años, una demostración de la efectividad de los perros empleados en la búsqueda de restos biológicos humanos. El guardia civil volvió de aquel viaje a Suiza, al que acudió con el fin de asistir a un curso de técnicas de catástrofes, con la convicción de que una unidad de búsqueda de restos biológicos podía ser de gran utilidad en España. Por suerte, sus superiores le escucharon.
Elton, en cada servicio, se enfrenta a la oxidación de la sangre, la descomposición de los restos orgánicos, los intentos de los culpables de borrar los indicios y el paso del tiempo. Sin embargo, el primer obstáculo que tuvo que sortear, junto con Juan Manuel, fueron las dudas y la desconfianza –perfectamente comprensibles– de las propias Fuerzas de Seguridad. «El primer caso de campo en el que participó Elton fue una explosión que se produjo durante unas prácticas en una base de Hoyo de Manzanares en la que murieron cinco Tedax. Llegamos con mucho miedo porque no sabíamos cómo iba a reaccionar y para los demás yo era un extraño que aparecía con un perro, que es un animal carroñero. Los equipos de Policía Judicial saben que sus técnicas funcionan y Elton suponía algo con vida propia, que no se podía enchufar en ningún sitio y de lo que, por el momento, no se fiaban. Todo el mundo me miró diciendo ‘‘a ver cómo termina esto’’». Terminó muy bien. El proceso de identificación fue un éxito y dio a conocer al equipo que formaban el guía y el pastor belga.
A partir de aquel momento, su participación en casos de crímenes violentos se disparó. «Nos llamaron para registrar un piso de alquiler en Vallecas en el que cinco años atrás se había producido un homicidio. Había pasado mucho tiempo y mucha gente. Nada más entrar, Elton marcó cuatro puntos, entre ellos, la zona de debajo de un armario. Nos quedamos todos de piedra. Con un espejo se pudo hacer una foto para ver qué era. Lo que pasaba era que, al fregar la sangre, habían tocado con la punta de la fregona, quedando un resto ahí. De esa sangre, que era la que estaba más protegida se pudo extraer un perfil genético que sirvió para colocar a la víctima en el lugar de la agresión y relacionarla con los inquilinos de entonces».
A este dúo tan singular se les requiere en una media de cuarenta casos anuales, cifra que este año se ha disparado alcanzando los 62. Y es que uno de los puntos fuertes de Elton es la acumulación de experiencia. «Él sabe perfectamente dónde va a encontrar restos y olores, por ejemplo, en la tapa del bote sifónico cuando se trata de víctimas que han descuartizado. También son varias las personas emparedadas que ha localizado a través de los enchufes. Si han fregado, sabe que no podrá encontrar un olor intenso en el suelo, pero sí en la parte de debajo de la puerta, que habrá arrastrado parte de la sangre».
Pero las muestras no son todo lo que se extrae de los registros. El hecho de que el perro marque algo ejerce un efecto psicológico sobre el propietario de la vivienda o vehículo que dice mucho, es una medida de presión. Elton también saca siempre algo a cambio: que no encuentre nada no quiere decir que no haya hecho un buen trabajo. Si se da el caso, Juan Manuel esconde una muestra que sirva de pretexto para compartir un momento de juegos.
El juego de la muestra de sangre
El entrenamiento diario para Elton no es sino un juego. Su guía esconde una muestra de sangre que pertenece a los propios agentes de la Guardia Civil. Antes de que empiece la búsqueda, tapa los ojos de Elton, que entiende que la vista pasa a un segundo plano. El perro olfatea concienzudamente cada esquina y enchufe, hasta quedarse marcando con exactitud el lugar de donde viene el olor de una sangre que, pese a tener tres años, le resulta inconfundible.
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