Pedro Sánchez
Sánchez, éste sí fue el primer divorcio
Fue en septiembre de 1981 y no bajo el mandato del PSOE como dijo su líder, sino gracias a UCD. Julia Ibars, la primera mujer que lo contrajo, relata cómo lo vivió
Fue en septiembre de 1981 y no bajo el mandato del PSOE como dijo su líder, sino gracias a UCD. Julia Ibars, la primera mujer que lo contrajo, relata cómo lo vivió.
Nos adelantamos a la efeméride «redonda». El año que viene es previsible que Julia Ibars comience a recibir llamadas. Entonces, y más concretamente en septiembre, se cumplirán 35 años desde que contrajo su divorcio: el primero en España. Fue en septiembre de 1981. Pocos meses antes, el 7 de julio, día de San Fermín, entró en vigor la primera Ley del Divorcio de nuestra joven democracia... bajo el mandato de UCD y su ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez. El desliz cometido esta semana por el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el que atribuía el logro de esta legislación a su partido, nos lleva a recordar cómo fueron las circunstancias que rodearon a este texto que, sin duda, supuso toda una revolución: de los 21.463 divorcios que se produjeron en 1982, hemos pasado actualmente a más de 100.000 por año.
Ocurrió en Santander. Julia comenzó a salir con su novio, Vidal, cuando ambos tenían 18 años. Se casaron a los 21. Al principio vivieron junto a los padres de Julia. Su madre estaba enferma y quería cuidar de ella. Un año después, falleció su madre y su padre volvió a casarse. Julia y Vidal comenzaron entonces a convivir solos. Y también surgieron los problemas. «Yo entonces seguía la actualidad y estaba muy pendiente de las noticias sobre la ley del divorcio, de Fernández Ordóñez...», afirma a LA RAZÓN. Por entonces ya tenía claro que se quería divorciar. Y así tuvo lugar en el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Santander.
Las cosas han cambiado mucho. Julia y su entonces marido compartieron abogado, amigo de él, pero al que cada uno pagaba su minuta. Un letrado, por cierto, que, tras ocuparse de este caso y salir en los medios de comunicación, no dejó de recibir clientes. No tenían hijos y el divorcio fue de mutuo acuerdo, pero lo cierto es que Julia no recibió ninguna pensión, pese a que la nueva ley lo estipulaba. «Al ser la primera ignoraba muchas cosas», dice. Con los trámites firmados, sólo tuvieron que ir a ratificar el divorcio al juzgado. «No era para nada consciente de ser la primera divorciada. Lo esperábamos yo y muchísimas personas más que ya habíamos hecho los trámites. Lo único que sabíamos del divorcio era lo que habíamos visto en las películas americanas. Pensabas que había un juicio y que un juez te diría: “Estás ya divorciado”. Fue algo más frío y administrativo».
El acoso de la prensa fue importante. Los periodistas dieron primero con su padre, gracias a su apellido, y Julia ya estaba sobre aviso. «A las pocas horas estaban en la puerta de mi casa, después en el trabajo... Fue un asedio que no entendía. Me asusté, no estaba preparada. Sentía además un poco de vergüenza, porque un divorcio no era algo por lo que sentirse orgullosa. En aquella época no se hablaba de que te iba mal con tu pareja, ni tu familia lo sabía. Era una época más machista y tradicional», relata. Algunos le decían: «¡Pero chica, por qué te divorcias!». Otros, como su grupo de amigos de Málaga, la acogieron durante los dos años de separación que, por aquel entonces, eran obligatorios como paso previo al divorcio. «Hoy hay psicólogos, mediadores... un montón de gente que no sólo te ayuda a separarte, sino a resolver dificultades. Antes no había nada. Si ibas a un psicólogo, pensaban que estabas loco», apunta. Por no mencionar nuevas medidas como el «divorcio express», por el que, en apenas tres meses, se puede consumar la ruptura. «¡Qué cosas! Ahora se hace todo mucho más fácil».
Julia, que ahora tiene 62 años, no concedió entrevistas durante un cuarto de siglo. Sin embargo, volvió a hacerlo, como ahora, porque «me gustaría aportar una esperanza a gente que atraviesa situaciones complicadas, para que sepan que se puede salir de un matrimonio no deseado. Hablo, por ejemplo, de situaciones de malos tratos. No por situaciones banales, porque hoy, en ocasiones, hay parejas que tienen un hijo y ya surgen los conflictos», opina. Lleva 33 años casada. Un año después de su divorcio, conoció a Rafael, dibujante de profesión, con el que hoy vive en Alhaurín de la Torre (Málaga). Tienen dos hijos, de 25 y 26 años. «Les hace gracia que me llamen los periodistas, sobre todo al pequeño. Cada cinco años saben que me van a llamar, cuando se cumple una efeméride. Y a ellos les gusta que les cuente cosas», dice.
Ella no lo sabía, pero la ley de Fernández Ordóñez fue obra de muchas otras manos. Entre ellas, las de Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. «Cuando aprobamos la ley, ¿hace cuánto que había nacido Pedro Sánchez?», se pregunta Pérez del Campo. «Durante la transición, o no había nacido o acababa de nacer». (Según se excusó el político tenía nueve años). «Fue una ley de UCD, la más difícil que tenía sobre la mesa en aquel momento», añade Pérez del Campo. En su opinión, el ministro «lo hizo muy bien, pero lo pasó muy mal. Hubo una batalla terrible porque le acusaban de destruir a la familia».
Pérez del Campo recuerda que Fernández Ordoñez «contactó con nosotras, empezamos a tener reuniones... justo lo que no se hace ahora. UCD fue el primer partido democrático. Sabía que la democracia no era sólo cada cuatro años, sino que había que contar con la sociedad civil». Fruto de su labor surgieron cuestiones claves que se incluyeron en aquel texto, como la pensión compensatoria –«al pasar a tener una vida peor, la mujer tenía derecho a una pensión hasta que conviviera con otra persona»– o la pensión alimenticia –«comprende todos los gastos para los hijos menos los excepcionales»–. «Las mujeres no teníamos patria potestad de los hijos, no teníamos la administración de la sociedad legal de gananciales...». Pero, por encima de todo, la intención era que hubiera una igualdad entre hombres y mujeres. «No existía el divorcio ni para el hombre ni para la mujer, pero el hombre se podía ir a por tabaco y no volver. El abandono de hogar se daba cada dos por tres».
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