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Alerta demográfica: por primera vez muere más gente que nace desde 1939

La Razón
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El número de nacimientos en España ha vuelto a reducirse, continuando la tendencia descendiente iniciada en 2008 y, pese al repunte que hubo en 2014.

Es muy posible que, dentro de seis meses, y ya con los datos definitivos, podamos decir que este 2015 que nos abandona acabó con más nacimientos que defunciones. Sin embargo, y con los datos del primer semestre sobre la mesa, las alarmas se han disparado: los fallecidos (225.924) superaron a los recién nacidos (206.656) en casi 20.000. Hay que remontarse a 1999 para dar con el último semestre en el que algo así sucedió. Sin embargo, los últimos años completos en los que se vivió este fenómeno son tan lejanos y tan significativos que producen vértigo: 1918, año en el que la epidemia de gripe segó la vida de unos 300.000 españoles, y 1939, cuando se decretó el final de la Guerra Civil. Entonces, se produjeron 419.848 nacimientos y 470.114 fallecidos. En lo que respecta a los nacidos de aquel año, la cifra no difiere mucho a la que podemos tener hoy. «Es impresionante. Hay que tener en cuenta que hablamos de una población de 25,5 millones de personas, un 40% de la que hay ahora, y en la que no existía la inmigración», explica Alejandro Macarrón, director general de la Fundación Renacimiento Demográfico, cuyos análisis pueden consultarse en renacimientodemografico.org.

La estadística del INE sobre el movimiento natural de la población del primer semestre de 2015 tiene una lectura incuestionable: nuestro país está inmerso en un invierno demográfico que ha provocado que sea uno de los más envejecidos del mundo. Sólo un 14% de la población tiene entre 10 y 24 años. Actualmente, la tasa de natalidad está en torno a 1,32 hijos por mujer. «Harían falta 260.000 nacimientos más al año para conseguir la tasa de reemplazo generacional, que está en 2,1», explica Eduardo Hertfelder, presidente del Instituto de Política Familiar (IPF). Nuestro país lleva por debajo de ese nivel «los últimos 35 años. La pirámide de la población se está invirtiendo».

Es cierto que el número de defunciones es más alto en el primer semestre del año –durante el invierno se registran más muertes– que en el segundo. Y lo contrario ocurre con los nacimientos. Pero Macarrón cree que la revelación de unos datos como los del INE era cuestión de tiempo. «Al haber más gente mayor, la mortalidad tiende a crecer; y mientras, el número de españoles autóctonos está decreciendo», afirma. El demógrafo recuerda que en 2014 se interrumpió la tendencia decreciente en la natalidad que comenzó en 2008; el número de recién nacidos aumentó más de un 0,4%. Sin embargo, ahora, con una caída cercana al 1%, podríamos estar ante un espejismo. Si nuestra natalidad no ha protagonizado un descenso mayor fue gracias a la aportación de las madres inmigrantes. Como apunta Macarrón, la población inmigrante «es más joven en promedio –llegaron a nuestro país hace pocos años– y no se da en ella muchas defunciones, pues su porcentaje de población por encima de los 65 años es escaso». Ahora, el INE apunta a que el número de nacimientos de madre extranjera supuso el 17,4% del total, cuatro décimas porcentuales menos respecto al anterior semestre. El «boom» demográfico protagonizado por la inmigración, sobre todo a comienzos del siglo XXI, parece haber tocado techo, posiblemente por la marcha a sus países de origen tras la crisis.

¿Las consecuencias? «Una sociedad que va hacia su extinción, con una población cada vez más reducida; una quiebra del estado del bienestar, porque habrá menos contribuyentes para pagar las futuras pensiones, y el Gobierno tiene dos medidas: o se rebajan las prestaciones o se aumenta la edad de jubilación; a su vez, habrá un problema en la Sanidad: con mayor proporción de población mayor, aumentará el gasto sanitario...», enumera Hertfelder. Es cierto que la crisis y la inestabilidad laboral ha influido en muchos jóvenes a la hora de formar un hogar, aunque el número de matrimonios, según el INE, se ha incrementado un 1,2% hasta los 69.671. Así, el IPF denuncia también el «abandono de la familia por parte de las administraciones», pues no ha habido una correspondencia entre «las palabras de apoyo» a la familia y «las leyes y medidas realizadas» por los distintos gobiernos.