Acoso escolar
Así trastoca el ciberacoso nuestras hormonas
Un estudio mide los cambios fisiológicos que causa el “cyberbulling”
Las víctimas de ciberacoso sufren notables cambios fisiológicos que afectan de forma directa a la salud. El acosador, mientras tanto, experimenta también cambios, pero son mucho menos acusados. La diferencia entre estar a un lado u otro del escenario es, también a nivel hormonal, muy grande.
Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) han detectado las evidencias que relacionan el ciberacoso con los niveles de estrés y ansiedad tanto en unos como en otros. Entre las víctimas se producen cambios fisiológicos que afectan directamente a la salud dependiendo del papel que adoptan los adolescentes en el ciberacoso, especialmente, en el caso de las víctimas. “La cibervictimización está significativamente relacionada con un alto perfil de secreción de cortisol, que a su vez también se relaciona estadísticamente con las medidas de estrés y ansiedad”, asegura Joaquín Manuel González-Cabrera, director del grupo de investigación Cyberbullying-OUT de UNIR.
Hay también una diferencia palpable entre aquellos que sufren un acoso puntual y los que se convierten en víctimas recurrentes de las agresiones y las presiones de sus compañeros. De la combinación de los resultados de los cuestionarios y del análisis de la cantidad de cortisol en saliva (que indica el nivel de estrés) se deduce que las cibervíctimas en riesgo son las que más sufren. “Creemos que al ser víctimas puntuales mantienen un nivel de alerta superior a aquellos adolescentes que son cibervíctimas graves y que, lamentablemente, han llegado a un proceso de habituación al estrés”, afirma González-Cabrera.
Según explica la Universidad, en la investigación, publicada en la revista Computers in Human Behavior, participaron 371 alumnos de un colegio de Asturias entre los 11 y 18 años. Les evaluaron mediante un cuestionario donde se les preguntaba, por ejemplo, si habían recibido alguna vez un mensaje ofensivo por el móvil o por Internet, o si lo han enviado. Después, se seleccionaron al azar seis clases (60 alumnos) para una prueba adicional que consistía en medir el perfil de liberación de cortisol a través de cinco muestras de su saliva tomadas durante todo el día.
En la primera muestra un 5,4% de los adolescentes eran cibervíctimas, y en la segunda muestra el porcentaje avanza hasta un 10%. Por su perfil psicológico, los investigadores los clasifican según estos papeles: cibervíctima en riesgo, cibervíctima grave, cibervíctima-agresor, ciberagresor y ciberobservador, principalmente.
Situación de alerta desde que se levantan hasta que se acuestan
La generación de cortisol funciona como un mecanismo natural que nos prepara para una situación estresante, en la que el individuo se siente en peligro. Los investigadores han utilizado tecnología basada en análisis de saliva para obtener datos.
Los resultados apuntan a que, desde el momento de despertarse, cada uno de estos roles tiene ya un perfil de liberación de cortisol diferenciado. Poco después de levantarse, a las 7.30 de la mañana, se dispara el nivel de cortisol en todos, pero son las víctimas las que alcanzan el nivel de 1,3 miligramos por decilitro, mientras que los ciberacosadores se mantienen en niveles por debajo de un miligramo.
Los ciberacosadores y los observadores son los que menores niveles de estrés padecen. A partir de las 11 de la mañana las cibervíctimas en riesgo superan los niveles del resto de acosados, situación que permanece hasta las 9 de la noche, donde presentan la mayor diferenciación con los demás compañeros. Para los ciberacosadores la producción de cortisol se reduce al mínimo; sin embargo, las cibervíctimas en riesgo, alcanzan los 0,5 microgramos por decilitro, según explica la Universidad.
“El ejercicio mantenido de la violencia genera un efecto de costumbre en los agresores”, concluye González-Cabrera. Es decir, ya no les genera ansiedad ejercer la violencia contra sus compañeros.
Los observadores como clave para evitar acosos
Según los investigadores, la intervención sobre el ciberacoso pasa por una acción más directa sobre el colectivo de observadores para que tomen un papel activo en la denuncia de la conducta de sus compañeros. “Difícilmente se producirían muchas conductas de violencia si hay una actuación proactiva de los observadores en defensa de la víctima”, asegura González-Cabrera.
Otra de las conclusiones del estudio es que la secreción de cortisol es más alta en el ciberacoso que en el acoso tradicional, probablemente “porque sus consecuencias se perciben como más perniciosas, ya que puede alcanzar una audiencia más amplia, es anónimo en muchos casos y ocurre en cualquier momento y lugar”.
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