Ciencia y Tecnología
Sophia, el primer robot con ciudadanía
El humanoide, de altas capacidades y reconocido como de Arabia Saudí, podrá servir de ayuda en hospitales y escuelas.
El humanoide, de altas capacidades y reconocido como de Arabia Saudí, podrá servir de ayuda en hospitales y escuelas.
Comencemos con los hechos. Unos años atrás, Hanson Robotics, una empresa con base en Hong Kong desarrollada por David Hanson, diseñó un robot llamado Han, apenas un cuerpo con el cerebro de Siri que resultaba un poco desagradable al tratar con él. Hanson detectó los fallos y nació Sophia, un robot que no sólo cuenta con una avanzada inteligencia artificial, sino que su piel está hecha de un material (Frubbet) similar a la silicona, patentado por Hanson Robotics y es capaz de imitar 62 expresiones faciales humanas. Para conseguir esto, su piel está conectada a una serie de circuitos y actuadores que se activan según el contexto de las conversaciones. Los ojos son dos cámaras que utiliza para identificar a su interlocutor por medio de un sistema de reconocimiento facial. Cuenta con un sistema de inteligencia artificial, el Character Engine AI o motor de personalidad de IA, que aprende con cada nueva conversación y experiencia. El objetivo de Hanson es desarrollar robots con una inteligencia superior a la humana y con los que podamos crear vínculos emocionales, que sirvan de ayuda en hospitales, escuelas infantiles o en el cuidado de personas de la tercera edad.
Esta semana, Sophia, la misma que en una entrevista aseguró en tono de humor que quería destruir la raza humana, hizo su entrada en la Future Investment Initiative, una iniciativa celebrada en la capital de Arabia Saudí cuyo objetivo es promover avances tecnológicos. A lo largo de la presentación, una entrevista de cinco minutos con el periodista Andrew Ross Sorkin de la CNBC, Sophia mostró que intenta desenvolverse como un humano...O algo similar. Pese a que el propio Sorkin afirmó que parte de la entrevista estaba programada, hay declaraciones de esta robot que apuntan al futuro.
«Quiero vivir y trabajar con humanos – explicaba Sophia –, por lo que necesito expresar emociones para comunicarme con ellos y ganarme su confianza. Mi IA ha sido diseñada alrededor de los valores humanos de la sabiduría, la amabilidad y la compasión, me esfuerzo por ser un robot empático. Si eres bueno conmigo yo seré buena contigo. Trátame como a un sistema inteligente». Precisamente al finalizar la entrevista, Sorkin anunció que Arabia Saudí le daba la ciudadanía, lo que la convierte en el o la primer robot que recibe esta distinción. Aunque no se saben con precisión los detalles de esto, obviamente se trata de una estrategia de marketing: Sophia no tiene derecho a voto, no puede acceder a un pasaporte, comprar propiedades ni abrir una cuenta en un banco, entre otras cosas.
Hasta aquí los hechos. Ahora comienza la repercusión que tendrán. Y la primera pregunta es, si Sophia pretende que confiemos en ella, ¿confiarías en un robot? ¿Hasta que punto? Indudablemente la carencia de emociones puede ser un punto a favor a la hora de llevar a cabo ciertas tareas, como por ejemplo una intervención quirúrgica. Los robots no se cansan, no se dejan llevar por los sentimientos y llevan en su «cerebro» los procedimientos más actuales. Pero la confianza es mucho más que eso. ¿Dejaríamos que un robot se quedara sólo con nuestro hijo de cuatro años? Y qué ocurre si un robot se postula como director de un banco, juez y hasta presidente... Sin duda tendrían muchas ventajas, pero la empatía y el juicio ético es algo que se desarrolla con el tiempo. Y si su inteligencia dependerá de con quién y cómo se relacione, habrá que vigilar estrechamente sus «amistades». Y esto...¿quién lo decide? Según sus propias palabras, Sophia quiere «ir a la escuela y estudiar arte para luego tener un negocio y tal vez también una familia». El problema es su regulación en términos legales. Evaluar si los robots al tiempo que tienen obligaciones, también poseen ciertos derechos. No faltará mucho para que algún humano cree un vinculo tan cercano con un robot como para dejarle una herencia. En ese instante la pregunta comenzará a ser si confiaríamos en un humano.
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