Feria de San Isidro
Álvaro Lorenzo, la solidez sin premio
Lorenzo, que dio una vuelta al ruedo, Ginés Marín y Varea se presentaban de novilleros en Madrid y se despedían con una deslucida novillada
Lorenzo, que dio una vuelta al ruedo, Ginés Marín y Varea se presentaban de novilleros en Madrid y se despedían con una deslucida novillada
Las Ventas. Madrid. Cuarta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron novillos de El Parralejo, desiguales de presentación. El 1º, muy soso; 2º, movilidad y repetición pero muy protestón y sin entrega; 3º, sobrero de la ganadería de José Vázquez, deslucido por flojo; 4º, exigente, repetidor pero de media arrancada; 5º, movilidad sin entrega, complicado; 6º, noble y justo de fondo. Dos tercios de entrada.
Álvaro Lorenzo, de gris y plata, dos pinchazos, estocada punto caída, descabello (silencio); buena estocada (vuelta tras fuerte petición).
Ginés Marín, de azul cielo y oro, media estocada en buen sitio (silencio); estocada corta (silencio).
Varea, de azul marino y oro, media estocada (silencio); tres pinchazos, estocada trasera, aviso (saludos).
La maldición de la lluvia, bendición para el campo, nos está condenando a vivir los primeros días isidriles mirando al cielo. Y a la lona, puesta o no, según la opinión de los «técnicos» de la plaza que al final de una manera u otra logran el milagro de los milagros y hasta la fecha el festejo se da, contra todo pronóstico. Bajo la lluvia o diluvio universal: para adelante, con la complicidad de los toreros que se la juegan con los mínimos y sin ellos. Llovió ayer, pero Madrid drena como quien niega la mayor a las inclemencias y a las siete estaba todo dispuesto. Y a las siete y cinco los paraguas abiertos. A y siete cerrados. Y así un no parar en el que alternamos sol, arcoiris, agua, toros, toreros... Y al fin nos respetó. Y Las Ventas registró la mejor entrada de lo que va de feria. Se anunciaban la novillada de El Parralejo y un cartel para no pasar por alto el aficionado. Los tres nuevos en esta plaza y a la vez se despedían de ella como novilleros. A finales de semana se convertirán en matadores de toros en la Feria francesa de Nimes. Curioso caso. A escasos días del doctorado pasaron por Madrid Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Varea. No hubo suerte en la primera parte de la partida. Si Álvaro Lorenzo dejó evidencia de su voluntad ante el primero, que fue muy soso y bajo de casta; Ginés Marín tiró por el camino del oficio después de una brega magistral de Javier Ambel con tres lances. Menos es más. Novillero resolutivo donde los haya con fondo y forma. Su novillo tuvo al menos la intención de repetir en la muleta aunque otra historia era la entrega, lo hacía protestando. En busca del lucimiento justificó su labor. Nos pareció mucho de hecho cuando vimos devolver al tercero de la tarde. Le sustituyó un tercero con el hierro de José Vázquez, que hizo fuerte al devuelto. No se tenía en pie. Imposible hacer cuando el toreo no es. Y no fue. Varea, que el toro era suyo, quedó inédito.
El cuarto redimió los tiempos y el frío. Fueron los doblones de Álvaro Lorenzo los que conectaron de ipso facto con el público. Genuflexo, con ímpetu del de El Parralejo y torero el novillero. Mandón después, sólido, con la sensación de que las cosas que ocurrían en el ruedo tenían peso a pesar de las imperfecciones, que las hubo, (léase la condición de novillero) pero no fisuras en su actitud. El novillo tenía movilidad pero también media arrancada, ese tranco que faltaba formaba parte de la negociación del novillero. Tan dispuesto a no volver la cara que ya al final le costó un percance de esos que la propia hombrera del vestido le salvó de mayores heridas. Se le trató duro. Y no era ocasión ni momento para ello. Mató de una buena estocada, se pidió la oreja y presidencia racaneó trofeo. Vendrán días de palco más ligero. Seguro. Movilidad, bruta y con mucha complicaciones desarrolló el quinto ante la muleta de Ginés Marín, que impuso su firmeza y oficio pero no hubo nada más que añadir.
Varea se enfrentaba en el sexto a su último novillo y se fue a portagayola. Salió el toro pensándoselo y según avanzaba, a escasos metros del encuentro el toro se frenó, ¡cómo estarían las pulsaciones de Varea! Desistió del lance y se buscó la vida que quedaba mucho por torear. Se desmonteró Iván García tras parear y gustó Varea después por la torería que impuso ante ese novillo noble y con el fondo justo. Se desvaneció después con el fallo a espadas cuando el frío ya había calado hasta los huesos. Y nos queda feria.
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