Feria de Abril
Ferrera, el maestro se encumbra en Sevilla
Extraordinaria dimensión del torero, que dio dos vueltas al ruedo, y un gran toro de El Pilar que se llevó López Simón
Sevilla. Decimotercera de abono. Se lidiaron toros de El Pilar, bien presentados. El 1º, manejable y soso; el 2º, desigual de ritmo y de poca entrega; el 3º, extraordinario toro de mucha clase y ritmo; el 4º, noble, con buen ritmo y a menos; el 5º, toro bueno que se parte la pata y lo devuelven; el 5º, bis, noble, de buen juego y justo de poder; y el 6º, deslucido. Dos tercios de entrada.
Juan José Padilla, de rioja y oro, buena estocada (saludos); estocada (saludos).
Antonio Ferrera, de rioja y oro, estocada desprendida (vuelta al ruedo); aviso, pinchazo, pinchazo hondo, estocada (vuelta al ruedo).
López Simón, de tabaco y plata, tres pinchazos, estocada (saludos); pinchazo, estocada (silencio).
A Antonio Ferrera se le esperaba después de la faena en esta misma plaza a un toro de Victorino que hubiera vuelto loco a más de la mitad del escalafón. Con aquella batalla moral ganada, hizo el paseíllo de nuevo. Empezar de cero. Su toro, que era el segundo de El Pilar, se lo puso difícil en banderillas, apretó mucho para dentro. Expuso Padilla, con quien compartió tercio, y le dejó un par de mucho riesgo y en la misma cara rozando el percance. Nada más tomar el primer muletazo, "Renacuajo"se fue a la fuga. Rajado, y justo ahí comenzó una labor de Ferrera de profesional labrado. Oficio, técnica, delicadeza en los toques, verticalidad y valor para aguantar las dudas del toro en ocasiones en el envite. Respondió bien el toro, poco a poco, a la maestría del torero y al final consiguió Ferrera montar faena y hacer cómplice al público de lo que estaba pasando ahí. Lo hizo además desde la plenitud y el relajo. Una estocada desprendida fue de rápido efecto y se le pidió la oreja, pero otra vez y ¡vaya feria! el presidente la negó. Era faena de sensibilidad, de muchos más matices que los que quedan en la superficie.
Locos nos volvió después con el capote. En el quite toreó por verónicas demoledoras de emoción y pellizco al quinto. Con mucha personalidad, muy en comunión toro y torero y con un temple tremendo, la lentitud inverosímil para manejar el capote hasta abrochar un buen puñado de verónicas a una media soberbia. Apenas nos deleitábamos lo crujió con un quite por faroles para sacar al toro del caballo de mucha magia por la inspiración, la capacidad de sorprender y la calidad del toreo. Tarde cumbre de Ferrera. Gloriosa. Y de pronto nos atrapó un golpe de mala suerte que dejó al torero con los ánimos por los suelos en décimas de segundo. Estábamos en banderillas y en pleno éxtasis se lastimó el toro una pata, con unas condiciones tremendas. Devolvió el animal el presidente. Rotos todos. El ejemplar de El Pilar había tenido una calidad tremenda. Salió un sobrero de la misma ganadería, se notaba en el ánimo la decepción. Nos desprendimos de ella cuando tomó la muleta. Relajación absoluta, entrega, encajado, disfrutón y toreando con mucha clase. Inspiración maravillosa en una gran actuación. Una delicia la suavidad con la que hizo todo y el empaque. Pasaban muchas cosas de fondo. Cosas como que este torero tres días atrás se jugó los muslos con un fiero toro de Victorino y hoy lo bordaba en el sentido más clásico y bello del concepto.
"Bellito"fue toro de bandera. Puro ritmo, velocidad exquisita en las telas, repetición y clase. En el top de toros buenos de la feria. Cayó en las manos de López Simón, que lo vio claro desde el primer momento y se puso a torear sin preámbulos. Ligó la faena por ambos pitones con temple y en un par de metros de terreno. De ahí no se movió. Por uno y otro pitón, quiso López Simón, aunque la plaza no llegó a estallar al nivel de la entrega de "Bellito", como si no superáramos la corrección. La espada desdibujó la faena y salió a saludar una ovación. No hubo opciones con el sexto.
Se ajustó en el tercio de banderillas Padilla del cuarto. Fue toro con otro ritmo en los primeros tercios. En la muleta el toro tuvo nobleza aunque duró poco. Con la derecha le mimó en las primeras tandas, cuando el de El Pilar acudió con franqueza y largura en el viaje. Cambió los terrenos, se fue a los medios, y acusó el toro la boyantía de su arrancada. A menos todo ya. Salvo la espada, que le funcionó de nuevo. Su primero hizo varios extraños en el capote y cumplió con corrección con un animal manejable sin más aspiraciones.
La tarde de Antonio Ferrera fue, para todos, inolvidable.
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Pasividad ante la tragedia