Feria de San Isidro
Puerta grande con honores
Juan del Álamo consiguió el codiciado triunfo a pesar de que el presidente le robó el doble premio del tercero
Juan del Álamo consiguió el codiciado triunfo a pesar de que el presidente le robó el doble premio del tercero.
Las Ventas (Madrid). Vigésima octava de San Isidro. Se lidiaron toros de Alcurrucén y uno,1, de El Cortijillo, bien presentados. El 1º, manejable y rajadito; el 2º, va y viene y rajadito; el 3º, extraordinario; el 4º, bravo y de buen juego; el 5º, manejable; el 6º, encastadísimo y complicado. Tres cuartos de entrada.
El Cid, de azul marino y oro, estocada, descabello (silencio); pinchazo, estocada (saludos).
Joselito Adame, de verde botella y oro, un pinchazo, dos pinchazos hondos , aviso, tres descabellos (silencio); estocada que hace guardia, aviso, dos pinchazos, bajonazo (silencio).
Juan del Álamo, de blanco y plata, estocada contraria (oreja); estocada (oreja).
Se frenó en seco el toro nada más salir. Cuando Juan del Álamo se fue a pararle. Fue el momento del tú a tú. El dejadme solo. Ese encuentro venía endiablado porque "Licenciado"haciendo honor al encaste no es que saliera abanto, sino que manseó, se frenó y no sabía si salir huyendo y dar un triple mortal. Le costó pero a la cuarta vez que vio el trapo se desengañó y empezó a tomar el capote. Fue el mismo "Licenciado"que apretó en varas y salió suelto después. Pero qué toro nos esperaba. ¡Qué toro para engrandecer la tauromaquia en el ruedo de Madrid! Lo supo Juan del Álamo en un cambio de mano en el comienzo de faena rodilla en tierra absolutamente sublime. Vino el toreo después, como nos sobrevino el torrente de embestidas muy entregadas, surcando la nueva arena venteña, repetidor, noble y único. Pura expresión de embestida. Y con un toro así no es fácil que la faena no haga grietas. No las hubo en el trasteo de Juan del Álamo. Compacto. Brillante en el prólogo, templado, ligado, bello y en un palmo de terreno el toreo diestro y así al natural. Armonía, dueño del ritmo y los tiempos. No cayó en lugares comunes. Ocurrió todo con el impacto de la belleza hasta el final de los finales, el ocaso de la faena, a dos manos, el remate y una estocada punto contraria cobrada en la rectitud y con una fuerza que se agarraba a la boca del estómago, el nuestro. A los mismo medios fue a morir el toro. En pie la plaza. El doble trofeo se le pidió. Una oreja solo concedió el presidente. Nuevo petardo. Un sindios esta plaza sin rumbo. Le dieron una ovación (apoyo moral) justo antes de salir el sexto ("ya que te la han robado, venga para adelante"). El público estaba con él. Lo que cortó en banderillas "Bocineto"fue anunciador de lo que estaba por venir. Qué oficio y cabeza la de Jarocho. A otro le vuelve loco. A fuego fue la faena. El alcurrucén era un huracán de casta, exigente y sin perdón. Hubo mucha verdad. Del Álamo no volvió la cara, puso los muslos a la par que el corazón. Y aquello fluía. Era el día. La tarde. La hora. Lo era todo. Por eso que cuando se perfiló en la suerte suprema. Qué momento. Cuánto iba en esas décimas. Se dilataban los segundos, los masticábamos, el silencio se hizo sepulcral. Sortear los pitones, la violencia del toro y meter la espada era obrar el milagro. Y se obró. Pareció tendida y de pronto el toro cayó fulminado. Respondía a aquello del día, la hora... Y al presidente no le quedó otra que abrirle a Juan del Álamo la Puerta Grande camino de la calle de Alcalá. Multitudinaria y con honores.
Honor tuvo también "Antequerano", que cantó sus virtudes de salida. Y en el caballo. Buena nota la corrida de Alcurrucén. Bravo el toro. Y entregado en la muleta. Qué repetición y humillación tuvo en el engaño de El Cid. Lo vimos y hasta lo disfrutamos en la primera parte de la faena, explosiva, y ligada; después llegaron los desajustes en el tiempo y con el toro. Se diluyó el triunfo y la emoción en esa delgada línea que separa el éxito de una ovación con saludos. Con uno de El Cortijillo se las vio en primer lugar, que se había dejado, pero con su mansedumbre a cuestas.
Voluntad dejó Joselito Adame con un rajadito segundo y más de lo mismo con el quinto que se dejó hacer, aunque no llegaba ni uno ni otro a los niveles que habíamos vivido en la tarde de Juan del Álamo. Para él queda. Y nosotros.
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