Feria de San Isidro
Diego Ventura, leyenda viva que no cesa
Las Ventas. Novena de San Isidro. Se lidiaron toros, reglamentariamente despuntados para rejones, de Los Espartales, de correcta presentación. El 1º, con bondad, pero le faltó empuje; el 2º, con fijeza, alegre galope y transmisión, buen toro; el 3º, manso, barbeó y complicó mucho su lidia; el 4º, aquerenciado pero manejable; el 5º, con fijeza y prontitud, tuvo codicia; y el 6º, manejable, con movilidad pero sin emplearse. Lleno de «No hay billetes».
Andy Cartagena, pinchazo, rejón trasero (silencio); rejón entero (saludos).
Diego Ventura, pinchazo, rejonazo de efecto fulminante (oreja); pinchazo, rejón muy trasero y caído (oreja).
Leonardo Hernández, medio rejón muy trasero (saludos); pinchazo muy trasero y caído, pie a tierra, dos descabellos (silencio).
Diego Ventura la traía entre ceja y ceja. La decimotercera, claro. 12+1 Puerta Grandes en Madrid. Ahí es nada. Da vértigo pensarlo. Leyenda viva que no cesa. No podía tardar más en caer. Después del hurto del año pasado, era una cuenta pendiente que carcomía al hispano-luso. Nadie se explica todavía, un año después, cómo sólo se premió con una oreja una obra cumbre. Ver para creer. Ventura salió con la hierba en la boca. Se dejó crudito al noble segundo, ovacionado en el arrastre, con un solo rejón de castigo y luego «Nazarí», su eterno «Nazarí», hizo el resto. Toreó de costado templadísimo. Ni un papelillo de fumar entre las astas y la grupa. Parecía hasta sencillo, un juego de niños, nada más lejos de la realidad. Una vuelta al ruedo completa al amplísimo anillo venteño. Dos. Cada vez más cosido a «Nazarí». Cumbre. «Fino» citando en corto y quebrando de frente mantuvo la intensidad. Se adornaba en piruetas el tordo a la salida de la suerte. «Remate» hizo honor a su nombre en el carrusel de cortas. Un pinchazo inicial precedió a un rejonazo de efecto fulminante y puso el trofeo, de ley, en su mano. Otro más cortó del buen quinto. Suyo fue el lote de la tarde. Tuvo codicia el «Murube». Ventura lo entendió y con «Sueño» bordó el toreo de costado. Ralentizó la embestida del animal con privilegiado temple y ligó los cambios de pista por los adentros. Puros muletazos. Alguno arrollando la propia Física. Los embroques, inverosímiles, dando todas las ventajas al astado. Arrimón de los buenos. Un espectáculo. Vistoso «Chalana» en los giros de 360 grados, que ensambló con tres cortas al violín. Pinchó primero y después el acero cayó muy trasero y caído, pero afloraron los pañuelos. La decimotercera Puerta Grande ya es una realidad.
Leonardo Hernández nunca se deja ganar la pelea. Jinete enfibrado, el pacense se creció tras el triunfo de Ventura y aceleró en el sexto. Templó el galope del manejable toro que cerró plaza sobre «Sol». Lo mejor, sin embargo, fue el par a dos manos en los medios con «Despacio». Dos rosas con «Xarope», pero el rejón de muerte cayó clamorosamente trasero y abajo. El posible trofeo, esfumado. Silencio. Antes poco pudo hacer con el tercero. Fiel a la tradición que caracteriza a este hierro, el de Los Espartales, tras barbear lo suyo, terminó saltando al callejón en los terrenos del «5». Fue el reflejo de su condición. Sin fijeza, suelto y desentendido: manso de libro. Leonardo lo intentó y dejó algún garapuyo estimable, sobre todo, con «Calimocho», pero era una quimera. Ovación.
Apenas hace una semana que sorprendía con una cuadra remozada Andy Cartagena. Muchas monturas nuevas con respecto a anteriores visitas al Cónclave. Los «Pericalvo», «Solysombra» o «Humano» dejaron paso. El relevo, aunque ayer no fuera el mejor día para comprobarlo por su desrazado lote, está asegurado con caballos como «Picasso». El precioso «Appaloosa» se dejó llegar muy cerca al ensillado y zancudito primero, que tuvo fijeza y bondad, pero le faltó empuje. Muy templado Cartagena. Lo había desengañado de salida con «Cuco». Una banderilla más al violín y un carrusel de cortas con «Jinocente», sobre el que se vio a Andy molesto porque los «avivadores» no clavaban bien. Pero falló con los aceros y fue silenciado. El cuarto, mansurrón sin demasiado celo, tampoco fue el colaborador idóneo para Madrid. Andy puso todo de su parte y volvió a demostrar el inmenso trabajo de doma que lleva su cuadra, especialmente, con los albinos «Bandera» y «Luminoso». Ahora sobre tres patas, ahora sobre dos. Erguido. Fue el único camino para llegar al tendido, desencantado con el deslucido juego del burel. El rejón, certero, hizo que le pidieran el trofeo. Tenue petición. Saludos. La primera Puerta Grande de este San Isidro ya tiene dueño. Y en una semana, el mano a mano. Más madera que diría Groucho Max.
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