Feria de San Isidro
Una Beneficencia nada extraordinaria
Desolador mano a mano entre dos figuras, El Juli y Perera, que no lograron alzar el vuelo con un deslucido encierro.
Las Ventas (Madrid). Corrida de Beneficencia. Se lidiaron cinco toros de Victoriano del Río y uno, 3º, de Toros de Cortés, desiguales de hechuras y presentación. El 1º, gran toro, extraordinario pitón izquierdo; el 2º, rajado y deslucido; el 3º, humilla, pero irregular y le falta un tranco; 4º, de buena condición pero rajado; el 5º, va y viene a media altura y sin transmisión; el 6º, sobrero de Montalvo, descastado y sin entrega. Lleno de «no hay billetes».
El Juli, de burdeos y oro, buena media estocada, tres descabellos (división de opiniones); estocada corta (aplausos) y estocada trasera, descabello (silencio).
Miguel Ángel Perera, de pizarra y oro, estocada corta y caída (silencio); estocada, aviso, descabello (silencio) y estocada (silencio).
Así se anuncia en los carteles para escarnio de la gente acabada la corrida. La extraordinaria corrida de Beneficencia tuvo entre poco y nada de extraordinaria ni de benéfica. Esas cosas que pasan con la avalancha del paso del tiempo. El Juli venía a Madrid en su segunda tarde después de montar un lío muy gordo en Cáceres con la corrida esta vez sí benéfica y pensando en los niños con cáncer y en las familias, cámaras de TVE de por medio. Un diez por la buen imagen proyectada, y la falta que nos hace. Luego Madrid logra borrar de un plumazo presente y pasado. El Juli se había anunciado en un mano a mano con el insultante triunfador de la pasada edición de San Isidro, Miguel Ángel Perera, que afrontaba además su tercera y última tarde en el serial madrileño. La ultimísima tarde, que dicen. Se presumía un mano a mano disputado por dos figuras que viven y conviven en la cumbre. Y hubo un momento en el que nos lo creímos. Quizá era el cuarto, toro de Perera, El Juli salió a hacer su quite y fue de esos buenos, por chicuelinas con el compás abierto, las manos bajas y mucha expresión en el ajuste. Replicó Miguel Ángel por gaoneras que de puro milagro de resolución por la cercanía pusieron de acuerdo a todos. Era verdad, estábamos en un mano a mano en la plaza del mundo. De amor y odio, como es Madrid. Se desmonteró Fini con los palos y galopó el toro después en las primeras arrancadas para coger el engaño por abajo, una máquina el toro en ese despertar de la faena del torero de Badajoz. Sólo que fue una cabezada y, antes de que llegara el regocijo por lo que estábamos viendo, se rajó el animal. Le acompañó Perera hacia las tablas dejándole ir a ese rincón donde el toro era más libre. Le sacó después, lo intentó en el otro lado en un todo ya deslavazado en el que el toro manseó hasta el final y ya sin decoro en la suerte suprema. A su primero, que tuvo poco de bravo, le duró la energía una tanda, tal vez dos y en el momento en el que Perera le apretó un poquito, se desfondó el animal a la deriva. Cerró plaza con un sobrero de Montealto, el de Victoriano volvió para dentro por falta de fuerzas. Descastado y sin humillar, ni tan siquiera en el primer muletazo, en el del encuentro. Ya todo se antojaba espesor.
El toro que podría haber cambiado el sino del festejo se llamó «Distante» y le tocó a El Juli para abrir plaza. No sé si en este caso el orden de los factores altera el producto. Tomó el engaño el animal muy por abajo, repetidor con codicia y transmisión. Fue buen toro y a más. El Juli intentó buscarle las vueltas, a pesar de que los ánimos estaban revueltos, como suele ser habitual, y la cosa es que dio buenos muletazos, y sobre todo los interpretó con la muleta arrastrando la arena, con lo difícil que es. Se vivían muchas corrientes alternativas en el ruedo, entre ese ansia por cuajar al toro y convencer a un público que vivía dividido. Faltó ese punto más que pone a todos de acuerdo, a pesar de que el madrileño dejó pasajes buenos. A David Mora brindó el tercero, que estaba en el tendido, el de Victoriano descolgó mucho la cara, pero luego lo hizo siempre de manera irregular y con tendencia a acortar el camino. Pura desidia. No más. Al entrar a matar salvó el encontronazo de milagro. Larga fue la faena al quinto, «Beato» que nada tuvo que ver con aquel ejemplar que dio y nos dio la gloria en la despedida de Esplá. El animal iba y venía a media altura. Se le fue larga la faena, como la Beneficencia, no en tiempo sino en ausencia de frescura. Era el día explosivo. Ya se sabe que a las figuras, por serlo, se les exige más. Y a las corridas que matan, también y la de Victoriano no funcionó.
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