Televisión
Mitche Lowe: «Lo que importa ahora es lo que se cuenta, no los efectos especiales»
Tras dejar la compañía, mueve los cimientos de Hollywood con «Movie Pass», una tarifa plana para ver películas en las salas de cine
Tras dejar la compañía, mueve los cimientos de Hollywood con «Movie Pass», una tarifa plana para ver películas en las salas de cine.
En la industria audiovisual, los más acomodados se empecinan en conducir con las luces cortas y en línea recta, por lo que no advierten las curvas que pueden surgir en el camino. Mientras, otros ponen las largas para ver las señales de los consumidores. Mitch Lowe –que ha visitado Madrid para ser el ponente principal de la reunión anual de Alumni, de EAE Bussines School– es de estos últimos. En 1997, junto a Reed Hastings y Marc Randolph, ideó Netflix. Muchos lo consideraron una ocurrencia. Sin embargo, ahora es un imperio con más de 100 suscriptores en el mundo.
–No se puede entender Netflix sin la ficción de producción propia. ¿Cómo se ganaron la confianza de los cineastas y actores de Hollywood?
–Primero se les aportó seguridad: sabían que sus proyectos podían llegar a un número mayor de espectadores en un momento en que el modelo de distribución cinematográfica estaba y sigue estando en crisis. Se les dio libertad. Querían tener tiempo para contar una historia, crear unos personajes y que la audiencia vea cómo evolucionan. Las series es la mejor forma de hacerlo frente a una película que puede durar dos horas. Ahora lo que importa es lo que se cuenta y cómo se hace, no los efectos especiales.
–En los recientes premios Emmy los galardones más importantes lo lograron producciones de plataformas de «streaming» y las ofertas de las televisiones comerciales se quedaron fuera. ¿No han aprendido la lección?
–Lo que le puedo decir es que la principal limitación de las cadenas en abierto es que las personas que toman las decisiones no son los creativos. Depende de las empresas que venden jabones, seguros y servicios bancarios. Ellos deciden los contenidos. Los canales son esclavos de los anunciantes, que saben cómo vender pero no tienen criterio artístico. Solo quieren ficciones que sean un contenedor de anuncios.
–Las series acaparan las conversaciones y las películas se quedan en un segundo plano. ¿Se lo podía imaginar?
–Sí, solo había que ser receptivo a las demandas de los consumidores. La gente quiere tener la opción de verlas en distintos dispositivos –ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas– y en el momento que deseen. La oferta es plural, aunque excesiva, y se ha adaptado a sus necesidades: su forma de consumo es ver capítulos de, como mucho, 45 minutos de duración, y las temporadas enteras. Eso solo pueden hacerlo a través de plataformas como Hulu, HBO, Netflix y Amazon.
–¿Fue una competencia desleal que en la sección oficial del Festival de Cannes estuviesen dos películas de Netflix: «Okja» y «The Meyerowitz Stories»?
–No. Únicamente fue otro acto de resistencia. Una película conserva su esencia, da igual que se emita en una sala de cine o en televisión. Pero los grandes estudios están asustados porque creen que los consumidores tienen unas horas limitadas de ocio y las plataformas de «streaming» las están monopolizando. En vez de luchar, deberían unir sus fuerzas. Ése sería un movimiento inteligente.
–Es inevitable preguntarle por las acusaciones de acoso a Kevin Spacey y la cancelación de «House of Cards».
–No diré que se veía venir porque mentiría. El problema de fondo es cómo siguen sucediendo estas cosas. Y le diré por qué: en los niveles más altos de liderazgos en las empresas no hay diversidad. Son hombres mayores y blancos que se protegen a sí mismos, como ha sucedido con Weinstein, y las mujeres no están presentes.
–Ahora ha creado «Movie Pass», una tarifa plana cuya suscripción mensual es de casi diez dólares y por la que se puede ver un filme en las salas comerciales. Le van a terminar odiando...
–Sí, a los grandes estudios no les gusta que otra empresa como la nuestra se interponga entre ellos y sus clientes. Sin embargo, les preocupa que fracasemos.
–¿Por qué?
–Imagínese que ocurriese y estemos en el mercado seis meses o un año. Las personas acostumbrarán a pagar menos por una entrada, por lo que les obligarán a bajar sus tarifas. La industria del cine no tiene reflejos, su modelo comercial se ha quedado obsoleto y se aferran a lo que ya conocen. Le están dando la espalda al público.
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