Córdoba
Madinat al-Zahra: La Ciudad Brillante
Fundada como ofrenda de amor y con el fin de reflejar esplendor, magnificencia y poder, nació la que fue la ciudad más bella de Occidente...Dicen la más espléndida construida por el hombre: Madinat al–Zahra.
Fragmentos de vida
Al pie de Sierra Morena, a ocho kilómetros de la ciudad de Córdoba, se encuentra el yacimiento arqueológico de Madinat al–Zahra. El emplazamiento posee ciento doce hectáreas, de las que solo un tercio han sido excavadas.
Aunque en esencia se trata de una concentración de restos y vestigios de una antigua arquitectura, desde un punto de vista artístico es uno de los complejos monumentales más hermosos del arte islámico.
Piedra arenisca que en la ladera de la montaña ha encontrado un lugar para ser amada. Una vez asentada, ni los saqueos consiguieron doblegar su alma...,pues era de mujer enamorada.
El terreno en pendiente propició que la ciudad se construyera sobre tres terrazas superpuestas. Levantada para brillar por sí sola, así como para residencia real y sede del gobierno, convirtió a Córdoba en referente de la civilización y la cultura.
Con las excavaciones, la ciudad palacio muestra orgullosa una edificación única y, con su exquisitez y elegancia sugiere secretos que guarda.
La historia narra que Abderramán III, octavo soberano omeya de la España musulmana y primero en tomar el título de califa, edificó la ciudad palacio para consolidar y mostrar el poder de su reino...La leyenda relata que fue como obsequio a su amada...La piedra transmite que ambos motivos fueron argamasa que consiguió cimentar fantasía soñada.
Madinat al-Zahra, “La Ciudad Brillante”, envuelta en enigma e interrogante debido a una concubina y al momento en el que sus ojos capturaron a aquel que se creía incapturable: el primer califa de Córdoba.
Fugaz Perla de Occidente
Erigida por Abd al Rahman al -Nasir –Abderramán III– en el año 936, la que sería capital del Califato tardó más de cuarenta años en construirse, veinticinco de ellos bajo el mandato de aquel que la alzó y quince bajo el reinado de Al–Hakam II. Ni la riqueza ni solidez de los materiales empleados pudo evitar su destrucción.
En 1010, como consecuencia de la guerra civil que puso fin al Califato de Córdoba, Madinat al- Zahra desapareció entre saqueos, incendios y otras barbaridades que no quieren ser nombradas...Palabras no pronunciadas, pero no olvidadas.
Ciudad palatina..., ¿Cómo pudo ser por tantos años sepultada? No sería hasta el año 1911 cuando comenzaron las primeras excavaciones desvelando su importancia.
Flor, al-Zahrá, delicadeza que invades mi alma...tan solo por ti conquistada...
A mi lado por siempre, hermosa Al-Zahrá
Paseando por el patio de naranjos de la gran Aljama llegaba una comitiva –ofrenda del emir de Granada– para agasajar al poderoso califa. Entre extrañas obras de arte, libros de incalculable valor, piedras preciosas y hermosas esclavas...,una de ellas temblaba. Sus bellos ojos negros reflejaban un alma turbada ante el bullicio de la gran ciudad. Ella procedía de la tranquila Sierra Elvira y la grandeza de Córdoba le intimidaba.
Abd al Rahman, apartando a la muchedumbre que el cortejo admiraba, se acercó con ardor a la dueña –que no esclava–, que había conquistado, con tan solo una mirada, su voluntad nunca antes dominada.
Al-Zahrá dices que te llamas. A mi lado por siempre, hermosa mujer...Que sean tus ojos espejo de mis acciones diarias. Que sean tus manos las que con caricias despidan cada noche el cansancio de mis batallas. Que sean tus labios, con canciones, los que velen mis sueños y me despierten al alba...Que sea tu cuerpo donde repose mi innata inquietud y mi atormentada alma.
Y aquel que en su harén disponía de más de seis mil trescientas esposas, concubinas y otras esclavas de variada raza, ya tan solo a una amaba: su bella flor, Al-Zahrá. Por una sola sonrisa de ella, él a sus pies se arrodillaba. Hermosa esclava que a Córdoba llegó temblorosa y asustada, se convirtió en poderosa dueña y mujer adorada...Su porte esbelto y majestuoso inspiró Madinat al-Zahrá.
Cuentan que Al-Zahrá enfermó de una dolencia incurable y que, en las noches, Abderramán III eternamente la abrazaba...No quería que ella marchara. Le prometió que la ciudad que su nombre ya llevaba atravesaría las barreras del tiempo y la distancia...,que el mundo entero conocería su belleza surgida de la nada...A cambio, solo una petición: que ella la habitara y a él nunca no lo abandonara.
Ya sin fuerzas, ella se comprometió, y en su última noche, aferrada al firme abrazo de cada madrugada, le hizo una súplica:“ No llores mi marcha, haz frente a la melancolía que invadirá tu alma...Lucha como si de batalla se tratara...Prometo esperarte entre los muros de nuestra adorada Madinat al-Zahra”. Era el año 940.
Abd al Rahman jamás se pudo recuperar del dolor...La única guerra en la que se rindió.
Aun en ruinas, es reina mora portentosa
Al entrar, una parada obligada: extendidos en la ladera de Sierra Morena, los vestigios del sueño de Abderramán III. En ellos invirtió un tercio de todos los ingresos del estado, el proyecto más grande y ambicioso de su tiempo...No fue superado en siglos sucesivos.
...El cuerpo niega mandato que no sea la necesidad de absorber cada detalle. Agarrado a la barandilla se abandona al placer visual de admirar cielo, tierra y piedra...Se deja envolver en aroma de pinos, olivos, jazmín...,incluso aspira el polvo que el viento sin permiso arranca a la roca que con los siglos ha erosionado, y lo que antaño fueron firmes peldaños, hoy son peligrosas ruinas que despiertan la imaginación...Aún son de soberbia belleza.
Se aprecia el desnivel del terreno. Las tres terrazas naturales de las que hablan los libros de historia se dibujan solas...En la tercera, la superior, y aislado de cualquier otra residencia, el palacio del califa desde donde Abderramán III miraba más allá de lo que los ojos veían...La buscaba a ella.
Intento pensar cómo poder parar la desolación de mi alma. Me ha invadido la tristeza...
En la terraza media, edificios de gobierno y palacetes, así como salas de recepción y viviendas de funcionarios importantes. Entre la terraza media e inferior se encontraba la mezquita sobre una colina artificial que unía la zona cortesana con las sencillas viviendas de la terraza inferior...Así la descripción arqueológica...,así se adivina cuando se contempla:
...mármol y alabastro en losas de grosor y tamaño impresionantes...,caliza violácea que ofrecía exquisito contraste con muros estucados en blanco y con decoraciones en color rojo almagra..., zonas ajardinadas, fuentes, estanques...
Otra imagen invade la calma y se cuela junto con retazos de historia: la ciudad reducida a cenizas...En el año 1010, su fin por grupos rebeldes de beréberes deseosos de destruir el monumento más característico del califato de Occidente...Una atrocidad más cometida en nombre de las creencias religiosas.
Las ruinas de la ciudad –lo poco que quedó de ella– estuvieron pobladas hasta principios del siglo XII por gentes que se negaban a abandonar tanta grandeza... Madinat al-Zahra, incluso en ruinas, es reina mora poderosa...,bella, enigmática, portentosa...Amante y amada por uno de los hombres más carismáticos de la historia.
Él la lloraba a solas... En el eco de esta ciudad parece quedaron atrapadas palabras sueltas...Palabras que pertenecen a la leyenda olvidada.
...Al-Zahrá, todo lo daría por recorrer una vez más tu piel y conquistar cada rincón que el tiempo no me permitió tomar...Efímera fue tu vida...,intensa la huella que impresa en piedra dejaste al marchar.
El sonido de pájaros mezclado con las palabras que creo escuchar –la imaginación, de tanto leer, a veces confunde a la realidad– me impulsa a buscar, y, al bajar, en cada roca espero encontrar un indicio de que ella existió de verdad, de que aquí aún está...y, junto a ella, aquel que al encontrarla dejó de explorar.
A mi muerte te hallé...Sediento de tantas noches de soledad, bebí cada sorbo de tu piel...La melancolía, derrotada, se apartó para no llorar...Al-Zahrá, no me vuelvas a abandonar...Si lo haces, en la muerte ya no tendré nada que esperar...
La existencia de Al-Zahrá no está documentada. Sí existen referencias de la eterna aflicción de Abderramán III. Antonio Gala puso en los labios del califa estas descriptivas palabras:
“Tengo setenta y siete años. He sido rey en la ciudad más hermosa del mundo. Amé y fui amado por la mujer más hermosa del mundo. En mi reino estuvieron los filósofos más profundos, los músicos más sutiles, los poetas más ágiles....Y fui feliz catorce días. No seguidos”.
Aquí, en la ciudad de la flor de azahar, no queda duda: fue fundada por la pasión más básica...,la de amar. Y Al-Zahrá, esclava, princesa, soberana o reina mora, fue mujer real.
Un abrazo.
Maica Rivera
Scott Hefti
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