Opinión

La rivalidad EE UU-China (en 20 argumentos)

La diplomacia, la prudencia y la visión estratégica son esenciales para evitar que esta rivalidad derive en un conflicto de consecuencias impredecibles.

El presidente de EE UU, Donald Trump, en su reunión con el mandatario chino, Xi Jinping, en abril de 2019
El presidente de EE UU, Donald Trump, en su reunión con el mandatario chino, Xi Jinping, en abril de 2019larazonAgencia EFE

La confrontación entre EE UU y China no es un fenómeno pasajero, sino el eje estructurante de la geopolítica del siglo XXI. Se trata de una rivalidad sistémica y multidimensional que abarca desde la economía hasta el dominio militar, pasando por la tecnología, la energía y la influencia ideológica. Vamos a examinar los principales ámbitos de esta pugna entre una potencia hegemónica y establecida desde 1945 y otra en ascenso, cuyos modelos y visiones del mundo son antagónicos y pueden llegar a chocar frontalmente. China tiene ambiciones hegemónicas globales y lleva décadas preparándose para este momento en la historia. A continuación, desgranamos los principales puntos de fricción y los ámbitos en los que la RPC se ha mostrado más expansiva y agresiva.

1. La batalla por la hegemonía económica, financiera y comercial.

La competencia por el liderazgo económico global define el núcleo de esta rivalidad. Estados Unidos, históricamente dominante, enfrenta a una China que, como segunda economía mundial, aspira a dominar el comercio internacional. Los desequilibrios comerciales –con un déficit estadounidense persistente frente a China y que ha sido el argumento esgrimido por el presidente Trump para desencadenar la guerra arancelaria–, las disputas sobre propiedad intelectual y el acceso a mercados. La rivalidad sino-estadounidense en la lucha por el dominio en tecnologías de vanguardia (inteligencia artificial, 5G, semiconductores) va a ser uno de los núcleos centrales de la competencia entre los dos gigantes. La última guerra comercial ha trastocado los papeles, Washington, que abogaba por el libre mercado, inicia una guerra comercial y arancelaria mundial y Pekín que practica capitalismo estatal necesita de los mercados abiertos para alimentar su economía dependiente fundamentalmente de sus exportaciones, con el mínimo de barreras arancelarias o de otro tipo. Una paradoja hija de estos convulsos tiempos.

2. Financiación y ayuda al desarrollo como arma geopolítica

China ha convertido la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) en un instrumento de proyección de influencia geopolítica y dominio económico y de sectores estratégicos y clave para sus intereses. Extienden su huella por medio de préstamos y proyectos de infraestructura en países en desarrollo, asegurándose, a cambio, recursos naturales esenciales. China intenta construir alianzas que erosionan la influencia de EE UU y Occidente. Esta «diplomacia de la deuda» –uno de cuyos paradigmas son los casos de Sri Lanka o Zambia, entre otros muchos– genera una profunda dependencia de los países que acceden a créditos fáciles y en apariencia baratos y acaban atrapados en una maraña de la que es imposible liberarse. Gracias a esta trampa diabólica, China consigue hacerse con el control de infraestructuras críticas (puertos, aeropuertos, minas…) y materias primas estratégicas (uranio, petróleo, gas, cobre, litio etc.).

3. Guerras comerciales y aranceles: un conflicto persistente

Las tensiones comerciales, iniciadas ya bajo el mandato del presidente Obama, y agravadas desde 2018 bajo la primera Administración Trump, han llegado a su paroxismo en 2025. Los aranceles impuestos por EE UU a bienes chinos, respondidos con represalias por Pekín, han alterado las cadenas de suministro globales y avivado las acusaciones de prácticas desleales, como subsidios y dumping. La reciente escalada, que sitúa los aranceles estadounidenses a productos chinos en un 145%. Estos a su vez replicaron con aranceles del 125%. Esta espiral demencial puede dañar irremediablemente el comercio mundial.

4. Petróleo y Gas: Competencia por los Recursos Fósiles

El control de las fuentes energéticas fósiles es un campo de batalla estratégico. China, mayor importador mundial de petróleo, diversifica sus proveedores (Rusia, Irán, Oriente Medio) y asegura contratos a largo plazo, mientras EE UU, convertido en exportador neto, compite por mercados e influencia en regiones productoras. La relación de Pekín con Teherán, régimen profundamente distorsionador de la paz y la seguridad, añade leña a la hoguera geopolítica.

5. Energías renovables: el oligopolio que Occidente regaló a China

En la transición energética, China domina la producción de paneles solares, turbinas eólicas y baterías, controlando cadenas de suministro esenciales. EE UU, aunque líder en innovación, busca reducir su dependencia mediante inversiones domésticas. Esta pugna no solo define el futuro energético, sino también la supremacía tecnológica en un mundo descarbonizado.

6. Materias primas críticas (CRM): el talón de Aquiles occidental

La lucha por minerales como litio, cobalto, o níquel –vitales para baterías y electrónica– es feroz. China controla gran parte de su extracción y refinación, lo que supone una vulnerabilidad estratégica para EE UU y sus aliados. Washington impulsa alternativas, pero la ventaja china sigue siendo un desafío mayúsculo.

7. Tierras raras: el monopolio chino como palanca de poder

Con cerca del 80% del mercado global de tierras raras, esenciales para defensa y tecnología de punta, China posee una herramienta de presión sin parangón. Estados Unidos, consciente de su dependencia, fomenta minería propia y alianzas con Australia y Canadá, pero el cuasi monopolio chino sigue siendo una amenaza latente, como se vio en restricciones pasadas.

8. Aspiración china de controlar las vías marítimas estratégicas

China incrementa su presencia en puntos marítimos estratégicos: el Estrecho de Ormuz (vía Irán), el Canal de Panamá (controlando puertos), Bab el Mandeb (base en Yibuti), la ruta ártica (con Rusia) y acuerdos en Maldivas y Sri Lanka. Este avance, respaldado por una armada en crecimiento exponencial, es una prueba palpable de las aspiraciones hegemónicas chinas.

9. Taiwán y el mar de China Meridional: epicentros de máxima tensión

El mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán son los puntos más inflamables. El expansionismo de China y la militarización de esas aguas chocan con los intereses de EE UU y aliados como Taiwán, Filipinas o Japón. Las escaramuzas elevan el riesgo de un conflicto directo cuya escalada podría tener consecuencias apocalípticas.

10. El espectacular rearme de China

La rápida modernización militar de China –portaaviones, submarinos nucleares de última generación (tanto de ataque como lana-misiles), cazas de sexta generación, drones– busca erosionar la superioridad estadounidense y coronar sus aspiraciones hegemónicas. Washington responde con alianzas como AUKUS (Australia, Reino Unido y EE UU) y QUAD (Diálogo estratégico cuatripartito emtre Australia, India, EE UU, Japón) pero la proyección de fuerza global de Pekín no sólo redefine el equilibrio estratégico regional, también el global.

11. Ciberguerra y satélites: La guerra del siglo XXI

La competencia se extiende al espacio (BeiDou vs. GPS o Galileo) y al ciberespacio, donde China despliega cientos de miles de «hackers» en ataques masivos contra Occidente. EE UU contraataca con sanciones y ciberdefensa, pero la ventaja numérica y agresividad china llevan gran ventaja.

12. Espionaje: una amenaza multidimensional

El espionaje es intenso en ambos sentidos, pero China destaca por su escala, agresividad e intensidad. El Departamento de Justicia de EE UU abre unos dos casos diarios relacionados con el espionaje chino en todos los ámbitos, político, militar, científico, técnico, industrial y académico.

13. Propaganda y desinformación: la batalla narrativa

China emplea medios estatales y redes sociales para moldear percepciones globales, contrarrestando la influencia cultural estadounidense. Aunque ambos lados recurren a la batalla del relato, Pekín busca legitimar su expansionismo y desacreditar a las democracias occidentales con propaganda y desinformación.

14. Fondos soberanos chinos: el poder sigiloso

El fondo soberano chino (CIC) invierte en sectores estratégicos globales, desde puertos hasta tecnología, proyectando influencia de forma sutil pero efectiva. Estados Unidos, sin un equivalente directo, pierde terreno en esta guerra económica encubierta y extraordinariamente eficaz.

15. Deuda soberana: una herramienta de presión

Como segundo gran tenedor de bonos estadounidenses, China posee un arma financiera potencialmente devastadora, si bien al ser tan importante su cartera, vender masivamente bonos estadounidenses podría ser algo así como la destrucción mutua asegurada económica.

16. «Dumping» del Yuan: ventaja comercial desleal

China manipula su moneda la baja para abaratar exportaciones, práctica que EE UU denuncia como «dumping» monetario. Aunque Pekín ha permitido cierta flotación, esta estrategia sigue siendo un punto de fricción intenso entre ambos gigantes.

17. competencia desleal: subsidios estatales chinos masivos

Los incalculables subsidios a empresas chinas distorsionan muy gravemente la competencia global, afectando especialmente a industrias occidentales. Estados Unidos y la Unión Europea responden con medidas antidumping, pero el modelo chino sigue siendo un serio desafío estructural.

18. Espionaje industrial: el robo silencioso

El robo sistemático de propiedad intelectual por parte de China –en sectores como tecnología y defensa– es un pilar de su ascenso. Empresas estadounidenses como Boeing o Intel son blancos recurrentes, generando pérdidas económicas colosales. Es especialmente grave que el 10 de abril China levantase todas las restricciones y prohibiciones de respetar la propiedad intelectual oficial (que no eran muy eficaces) permitiendo, de facto y de iure, copiar cualquier creación intelectual o técnica de Occidente sin la más mínima consecuencia para los infractores.

19. La diáspora: ¿quinta columna?

La sospecha de que China utiliza a su diáspora educada en Occidente para influir o espiar es una realidad que sería irresponsable ignorar. No toda la diáspora china es un agente de los servicios de inteligencia, pero de lo que no cabe la menor duda es que cuanto más relevante sea la persona en la sociedad de acogida, más probable es que sufra fortísimas presiones para ser leal y servir a la Madre Patria.

20. Conclusiones y Escenarios Futuros

La rivalidad entre Estados Unidos y China es una lucha por la hegemonía global en un mundo en transición. Entre los escenarios posibles destacan: una coexistencia tensa con «de-risking» económico y cooperación limitada en desafíos globales; una confrontación creciente con riesgo de escalada militar en Taiwán o el mar de China Meridional; o un nuevo orden bipolar/multipolar, con instituciones alternativas lideradas por China. La evolución interna de ambos –económica, política, social– será decisiva.

En suma, estamos ante una pugna que trasciende lo coyuntural y redefine el equilibrio de poder global. La diplomacia, la prudencia y la visión estratégica serán esenciales para evitar que esta rivalidad derive en un conflicto de consecuencias impredecibles.